
Recorrer la historia del Carnaval de Negros y Blancos es viajar en el tiempo, sintiendo cada eco de música, color y alegría que ha resonado en las montañas de Nariño durante 186 años. Este carnaval, celebrado sin interrupciones desde 1839, ha atravesado épocas de cambio, conservando su esencia única y enriqueciendo cada generación con el legado de quienes danzaron, pintaron sus rostros y tejieron una cultura de diversidad y respeto.
Los Primeros Pasos: El Inicio en 1839
Los orígenes exactos del Carnaval de Negros y Blancos se pierden entre leyendas, cuentos y testimonios que fueron pasando de boca en boca, pero se sabe que en 1839 la festividad comenzó a tomar una forma más estructurada. Durante estos primeros años, en el contexto de la época colonial y la mezcla de culturas que caracterizaba al suroeste de Colombia, los afrodescendientes encontraron en este carnaval un espacio para expresar su libertad y celebrar su identidad, en un entorno donde la esclavitud y la opresión aún marcaban profundamente a la sociedad.
Imagino los primeros desfiles, las primeras danzas en las que esclavos y campesinos indígenas, especialmente los quillacingas, daban forma a una celebración que integraba la cultura afro, indígena e inca en un acto de resistencia y celebración de su diversidad. Cada año, el carnaval iba tomando un sentido de unión, un espacio en el que cualquier diferencia quedaba atrás.

Un Carnaval de Crecimiento y Transformación (Siglo XIX – XX)
Con el paso de las décadas, el Carnaval de Negros y Blancos evolucionó, integrando elementos que han perdurado hasta hoy. En el siglo XIX, la fiesta ya contaba con desfiles y comparsas que reflejaban las tradiciones de los pueblos originarios y las creencias traídas desde el Perú incaico, como los rituales de agradecimiento a la Pachamama y la importancia de los volcanes como guardianes de la tierra.
Ya en el siglo XX, el carnaval continuó su expansión. Fue durante esta época que se incorporaron elementos nuevos como la Llegada de la Familia Castañeda en la década de 1920, un desfile que simboliza la hospitalidad pastusa. Para ese momento, la celebración comenzaba a estructurarse con actividades específicas y temáticas que reflejaban la vida cotidiana y la historia de Pasto.
Durante las décadas de 1960 y 1970, el carnaval vivió una verdadera consolidación. Pasto, una ciudad de historia y resistencia, encontraba en esta festividad una forma de honrar su pasado, sus raíces indígenas y su esencia mestiza, mezclada con la cultura inca. Fue en esta época cuando se estableció la estructura actual de la celebración, con los eventos del Día de los Negros y el Día de los Blancos, llenando de talco y pintura las calles de la ciudad en un acto de igualdad y paz.

El Carnaval Moderno y su Reconocimiento Internacional (2000 – 2024)
Con la llegada del siglo XXI, el Carnaval de Negros y Blancos alcanzó una proyección nunca antes vista. En 2001, el gobierno colombiano lo declaró Patrimonio Cultural de la Nación, y en 2009, la UNESCO le otorgó el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este reconocimiento internacional no solo atrajo la atención del mundo hacia Pasto, sino que también revalidó el valor de las tradiciones, la identidad y el orgullo que los pastusos y nariñenses han cultivado durante siglos.
Y así, año tras año, el carnaval sigue creciendo en alcance y en historia. Para 2024, habremos celebrado 186 años de esta fiesta que ha sido, y sigue siendo, un símbolo de resistencia, diversidad y unión. En el corazón de esta celebración no solo están los días de fiesta, sino cada sonrisa pintada, cada danza y cada cántico que resuena con la fuerza de la Pachamama y la herencia inca que aún vive en las montañas de Nariño.
El Carnaval de Negros y Blancos es mucho más que una festividad. Es un canto colectivo, una historia viva de un pueblo que, a lo largo de casi dos siglos, ha sabido encontrar en el arte y la tradición el eco de sus raíces y la visión de un futuro que celebra la inclusión, la paz y el respeto entre todos.